Qué me gusta la Nochebuena. Fuimos mami, papi y yo a casa de los abuelos Pepi y Miguel. Nada más llegar me dieron unos regalos que había dejado allí Papa Noel para mí. Me dejó un gorro de Navidad y un babero también con adornos navideños. Muchos lápices de colores, que a partir de hoy, tendré en casa de mis abuelos, y lo que más me gustó fueron 4 Lunnis vestidos en pijamas, Lucho, Lupita, Lulila y Lublú vestidos para venirse conmigo a la cuna. Jugué toda la noche con ellos.
Poco después llegaron los padrinos Mari Carmen y José. Me trajeron unas hojas para colorear pero coloreé poco con ellas, porque las rompí en cuanto me quedé a solas con ellas. ¡Qué le vamos a hacer!
Había una comida buenísima. La presentación de la mesa, ya de por sí, merecía una foto. La chimenea encendida, los adornos navideños por todos lados, el ambiente familiar hacían de la noche especial.
Para empezar la cena, además de los ya tradicionales ibéricos, había un buen queso curado, endivias en salsa de roquefort exquisitas, espárragos con una salsa de mayonesa, vieira gratinada en su concha, crema de calabacín con un toque picante, y de plato principal cordero al horno. Papi se tomó una pierna de cordero él solito, aderezada con patatas a lo pobre y cebollitas enanas que tenían un toque especial de la abuelita Pepi. Todo regado con varias botellas de un buen vino reserva que el abuelo había seleccionado y de postre los típicos turrones y delicias navideñas. Aquí sí entré yo a comer un poco. Ah y queso que también tomé.
Después jugaron todos a Cifras y Letras. Ganó mami, que es una campeona. Me porté muy pero que muy bien. Aguanté hasta las una o más de la madrugada, sin llorar casi. Lloré una vez porque llamaron a la puerta y era Papá Noel que vino a traerme bombones pero me puse a llorar. No me gusta Papá Noel. Pero se quitó la barba y la peluca y era Marta, la vecina, la madre de Manuel y finalmente le di un beso. Qué susto me dio, pero todos se reían de mí.
Poco después llegaron los padrinos Mari Carmen y José. Me trajeron unas hojas para colorear pero coloreé poco con ellas, porque las rompí en cuanto me quedé a solas con ellas. ¡Qué le vamos a hacer!
Había una comida buenísima. La presentación de la mesa, ya de por sí, merecía una foto. La chimenea encendida, los adornos navideños por todos lados, el ambiente familiar hacían de la noche especial.
Para empezar la cena, además de los ya tradicionales ibéricos, había un buen queso curado, endivias en salsa de roquefort exquisitas, espárragos con una salsa de mayonesa, vieira gratinada en su concha, crema de calabacín con un toque picante, y de plato principal cordero al horno. Papi se tomó una pierna de cordero él solito, aderezada con patatas a lo pobre y cebollitas enanas que tenían un toque especial de la abuelita Pepi. Todo regado con varias botellas de un buen vino reserva que el abuelo había seleccionado y de postre los típicos turrones y delicias navideñas. Aquí sí entré yo a comer un poco. Ah y queso que también tomé.
Después jugaron todos a Cifras y Letras. Ganó mami, que es una campeona. Me porté muy pero que muy bien. Aguanté hasta las una o más de la madrugada, sin llorar casi. Lloré una vez porque llamaron a la puerta y era Papá Noel que vino a traerme bombones pero me puse a llorar. No me gusta Papá Noel. Pero se quitó la barba y la peluca y era Marta, la vecina, la madre de Manuel y finalmente le di un beso. Qué susto me dio, pero todos se reían de mí.
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