domingo, 8 de noviembre de 2015

Sorpresa tras sorpresa

Mi hermano Miguelito y yo en ocasiones sabemos sorprendernos hasta a nosotros mismos. Por ejemplo, esta misma mañana, para no ir más lejos, nos despertamos los primeros, incluso antes nuestros padres que por lo visto se acostaron tarde viendo una película anoche, de manera que quisimos darles una sorpresa y se me ocurrió que podíamos hacer las camas y recoger los líos de nuestro cuarto. Yo me dediqué a hacer las camas y Miguel a recoger líos de nuestro cuarto -cada uno hace lo que mejor se le da-,  y a colocar todos los muñecos. Después fuimos al salón y recogimos y ordenamos hasta la perfección. Orden y silencio, dos de las cosas que más nos piden nuestros padres.

Justo íbamos a comenzar en la cocina a preparar el desayuno cuando mi padre nos pilló in fraganti. ¡Vaya sorpresa que se llevó! ¡Y mamá no digamos! ¡Qué contentos se pusieron! Papá salió a comprar pan mientras mamá comenzó a preparar el desayuno. Como premio, mientras la pobre de mamá se quedó haciendo el cambio de la temporada de ropa, mi padre nos llevó al parque con las bicis. Pedaleamos y jugamos al fútbol -sí, yo juego también a veces al fútbol, aunque lo hago entrenando a mi hermano para que algún día se haga un gran futbolista-.

Después del parque papá fue a comprar un pollo asado mientras nosotros dos preparamos la mesa. La preparamos completamente, desde el mantel hasta la cucharilla de la mayonesa. Todo. Después entre todos recogimos la mesa y Miguel se encargó de fregar los platos -han leído bien, Miguel fregó los platos-. Yo limpié y recogí el mantel. Mientras papá se fue a leer y a echar una siesta mientras, después yo hice los deberes que tenía atrasados y Miguel vió los dibujos en la tele. Mamá, la pobre, siguió con el cambio de temporada de armarios.

A la hora del café y cuando todos ya habíamos terminado nuestros quehaceres, nos sentamos en el sofá a merendar y a ver una película. ¡Una peli en familia! Los Minios. ¡Chulísima! Qué buen día hemos pasado y todavía están por llegar los abuelos que vienen a ver un partido de fútbol. ¿No es un día maravilloso?

lunes, 2 de noviembre de 2015

Viendo el American Motor Show

Era sábado y mi padre me llevó a clase de perseverancia, que es algo así como un recordatorio de las clases de catequesis que recibí antes de mi Comunión. Mientras yo estaba allí mi hermano y mi padre fueron al Worten a descambiar algo. Sin perder el tiempo seguidamente vinieron a recogerme. Desde allí directamente fuimos al baratillo que montan los sábados en el recinto ferial.

Nada más aparcar vimos una especie de caravana de coches extraños y de colores llamativos unos al lado de los otros, en fila. Por lo visto iba a haber un espectáculo que se llamaba American Motor Show. El espectáculo iba a ser el sábado y Miguelito y yo estábamos entusiasmados de veras con la posibilidad de ir a verlo.

En el rastro coincidimos casualmente con el abuelo Miguel, que de vez en cuando también va a darse un paseo por allí. Le saqué un collar muy bonito, bueno, le saqué no, que él quiso regalármelo y "sólo" eran 3 euros, y a mi hermano el dinero equivalente de mi collar en estampas de fútbol. En realidad fue cosa de mi abuelo Miguel, pero nosotros pusimos caritas de no hace falta pero lo estamos deseando. Al menos mi padre invitó a café y refrescos en un bar.

Al día siguiente era domingo y mi padre nos dijo que, con suerte, si hacíamos todos los deberes sin rechistar lo más mínimo y poníamos todas las cosas que había por medio en la casa en orden iríamos a ver el show. Entonces nos llamó Óscar el vecino, que estaba con Óliver y Ana en la puerta para entrar. En un salto nos preparamos y al final fuimos, claro, y lo pasamos genial.

Coches aplastados, reactores de aviones colocados en la parte de atrás de un coche, derrapes, frenazos, ruedas reventadas, coches a dos ruedas y mi padre que cuando pidieron a un voluntario valiente salió. ¡Jo, qué valiente que es! El hombre dijo que necesitaba alguien que mantuviese el volante mientras el vehículo estuviera a dos ruedas y mi padre se presentó voluntario, ¿no es valiente? Al final no fue tan peligroso y nos reímos mucho con la representación. Al final se ganó una gorra y al terminar el show el piloto la firmó. Miguelito está todo el rato con la gorra puesta. La verdad es que lo pasamos estupendamente.