viernes, 13 de junio de 2014

El día redondo

Fue un lunes, el 26 de mayo, el día del cumpleaños de Natalia, nuestra prima y la ahijada de mis padres y tocaba celebrarlo. Pero como cayó en lunes y la idea que tenían sus padres era celebrarlo el mismo día que cumplía, este año no pudo venir nuestra madre, pero afortunadamente nuestro padre sí pudo llevarnos. Natalia este año lo celebró en un McDonalds que está en Torremolinos y que además tenía un parque de bolas y una canasta de baloncesto.

Al cumpleaños vinieron amigas del cole de Natalia, y también mis padrinos José Miguel y Mari Carmen, y el abuelo Miguel que no pudo estar mucho tiempo porque tenía que ensayar con la coral, y tuvo que irse antes.

Lo pasamos genial. Mi hermano, como siempre, no paró de correr, saltar y brincar en ningún momento. Lo malo que tuvo es que no nos pudimos quedar hasta el final del todo, pero casi, porque llegó la hora de ir a recoger a mamá al trabajo.

Nada más recogerla fuimos los cuatro a un bar con una gran terraza que hay cerca de su trabajo, donde pudimos descansar de un día completito. Allí cenamos y después al llegar a la casa, justo antes de bañarnos, nos tomamos un helado pequeño. Lo que yo llamo un día redondo.

viernes, 6 de junio de 2014

Miguel comienza a leer

Mi hermano Miguel no deja de sorprendernos. Tiene sus cosas y le gusta chincharme mucho y yo a veces también le chincho a él, pero en cuanto a juegos siempre es cuadriculado: los coches, los coches y los coches. Que nos vamos a pasar un fin de semana fuera, Miguel mete unos cuantos coches en la mochila, que vamos a la playa, Miguel mete unos coches para llevarlos a la playa, que vamos a un restaurante, Miguel lleva en cada bolsillo un coche. Coches de todos los colores y todos los modelos. Lo suyo, sin lugar a dudas, son los coches.

Pero como ya he dicho antes, Miguel no deja de sorprendernos. De repente, un día, sin nadie sospecharlo, cuando nos íbamos los cuatro a desayunar a la calle, Miguel decidió que no se llevaba  coches, no, para sorpresa de todos se echó debajo del brazo un libro. ¡Sí, un libro! ¿No es increíble? Aquí la prueba. Trajeron los churros y todavía le costó un montón soltar el libro.