domingo, 31 de enero de 2010

Lluvia de albóndigas

No he tardado mucho en volver a liarla. No sé bien por qué lo hice, ni qué fue lo que se me pasó por la cabeza. Lo que ocurrió es que tenía un rotulador en la mano y cerca había un sofá, simplemente pensé que estaría más bonito pintándole un par de círculos con cruces y como el sofá estaba cerca de las cortinas, pues, mejor si están a juego ¿no?

A mis padres no le pareció que la cortina pintada con un dibujo mío, con un rotulador rosa de punta gorda, estuviese mejor decorada ahora que antes, ni más a juego con el sofá. Me cayó una buena. Podéis imaginaros a mis padres histéricos mirándome sin saber qué hacer ni pensar cuando me pillaron in fraganti. Pedí perdón, lloré, me arrepentí, pero nada sirvió para impedir que mis padres me quitaran todos los rotuladores hasta, por lo menos, el año que viene.

Menos mal que al menos sí fuimos al cine, porque si no es porque mis padres ya habían hablado con la abuela para quedarse con Miguel me hubiese quedado sin cine. Papá, de hecho, decía que por él no iba, que no me lo había ganado, pero al final decidieron quitarme todos los rotuladores, me hicieron prometer que me portaría muy bien y sí fuimos al cine. ¡Menos mal!

Lluvia de albóndigas, o como yo digo: Lluvia de "almóndigas", fue la película que vimos en una gran sala de cine. Me gustó más que la anterior película que fui al cine Up, pero lo que más me gusta del cine son las palomitas. Me comí un cartón infantil entero. Yo solita. Me encantan...

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