martes, 6 de septiembre de 2011

En el Carmen Thyssen

Ya ha comenzado la tarea diaria del trabajo para mis padres, pero todavía no para nosotros, los pequeñines de la casa. No importa, porque aunque mis padres trabajen, aún les queda algo de tiempo para hacer cosas superespeciales con nosotros.

El sábado por la mañana, por ejemplo, mi madre nos llevó a la piscina junto con Lidia y Elena, y un poco más tarde, llegó Juanfra. Volvimos a casa para almorzar y justo después nos bañamos rápido y nos largamos para Málaga, donde habíamos quedado con nuestros amigos Daniel y Jaime, y con sus padres y su tía, claro. Lo primero que hicimos fue visitar el Museo Carmen Thyssen, que a mí se me hizo algo pesado y aburrido, pero mis padres parecían estar muy contentos y a gusto. Especialmente mi padre y Miguel -el papá de Daniel y Jaime- que iban por detrás de nosotros, más tranquilos, disfrutando de los cuadros.

Desde allí fuimos a un restaurante asturiano que ellos conocían, donde nos comimos unas croquetas para chuparse los dedos, además de boquerones fritos que nos vuelven locos a todos. Luego dimos un paseo hasta la heladería Casa Mira, donde me pedí un helado de cucurucho que no fui capaz de tomarme entero de lo grande que era. Miguel se pidió uno igual de grande y casi se lo toma, pero al final se dio cuenta que no podía y se lo dio a mis padres. De vuelta a casa en coche no recuerdo nada.

Al día siguiente también hicimos cosas especiales. Fuimos a la playa los cuatro juntos. Fuimos a la playa que es mi favorita, porque el agua cubre muy poco y puedo estar jugando en la orilla todo el rato, además mis padres se colocan en primera fila y están muy pendientes de nosotros. Mi hermano no hay día que no se llene la boca de arena, y cuando no es la boca son los ojos. ¡Siempre pasa algo con él! Al menos esta vez no le entraron ganas de hacer caca.

Desde la playa, todavía con arena en los pies, fuimos al chiringuito. ¡Nos encanta! Me tomé seis sardinas. ¡Un espeto estero para mí! ¿No es increíble? Pues figuraos que el canijo de mi hermano se tomó otras seis sardinas. ¡Otro espeto entero para él! ¡Y eso que también comimos calamares fritos! Después para despedir el día de playa, tomamos un helado riquísimo. Miguel un Frigopie y yo un Sandwich de nata. ¡Qué rico todo!

Volvimos a casa y pasamos toda la tarde tranquilos en casa, donde vinieron a visitarnos los abuelos Pepi y Miguel, que tuvieron la suerte de venir cuando mi madre estaba haciendo crepes.

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