El domingo, el día después del cumpleaños de mi padre, me desperté bien temprano, eran poco menos de las ocho de la mañana y tenía muchas ganas de hacer pipí, así que me levanté, fui al baño, y después de cerrar la tapa, tirar de la cisterna, y apagar la luz del baño, me acerqué al dormitorio de mis padres y sorprendí a mi padre despierto mirando el ipad. Le pregunté si me podía hacer un desayuno, y me dijo que mejor me durmiese de nuevo, pero le contesté que tenía mucha hambre. Así que mi padre se levantó y se fue hacia la cocina, le pregunté si me podía hacer un chocolate como mamá hizo. Me dijo que no pero que si quería me invitaba a desayunar en la calle. Así que no me lo pensé.
Mientras mi padre se vestía yo también me vestí con lo que me dio la gana, me puse unos zapatos, papá me peinó rápido y nos fuimos a desayunar a la calle. Me sorprendió mientras caminábamos por la calle que no había nadie, ni coches, ni motos ni casi nadie, y se podía escuchar claramente a muchísimos pájaros. ¡Cuánto silencio! Llegamos a la cafetería y me pedí tres churros y un chocolate. ¡Qué rico todo! Me lo comí todo, volvimos a casa, y mi hermano y mamá todavía estaban durmiendo, así que me tumbé un buen rato a ver los dibujos.
Después fuimos a la piscina con Elena y Lidia. ¡Miguel nunca quiere volver de la piscina! ¡Qué bien lo pasamos allí! Volvimos y papá había preparado la comida.
Fue un día fenomenal.