Este fin de semana pasado mi hermanito Miguel ha estado pachucho. Aparentemente no tenía nada. Ni fiebre, ni mucha tos, ni estaba alicaído, pero por la noche, después de cenar, y justo después de tomarse el biberón echó media comida vomitando. Eran más o menos las una de la madrugada, pero poco después repitió, sobre las dos de la madrugada echó el resto, y cuando no le quedaba nada dentro, tomaba un poco de agua y enseguida la echaba. Vomitó cuatro veces en total. Imaginad cuatro veces cambiar las sábanas, la almohada, los pijamas... el pobre pedía agua y mis padres no se la daban, le daban el chupete mojadito e intentaban que volviese a dormirse. Se tocaba el pechito del esfuerzo de vomitar.
Los días siguientes vomitó varias veces más, pero se le veía algo mejor, de hecho, ya está recuperado del todo, aunque ha perdido algo de peso y ahora es otra vez ese canijo que siempre ha sido.
Yo, como suelo, no me he enterado de nada, pasé toda la noche durmiendo como un tronco.
A mis padres les da mucha pena, y se les cae el corazón al suelo cuando después de vomitar Miguel decía: no pasa nada. ¡Vaya hombretón está hecho!
Los días siguientes vomitó varias veces más, pero se le veía algo mejor, de hecho, ya está recuperado del todo, aunque ha perdido algo de peso y ahora es otra vez ese canijo que siempre ha sido.
Yo, como suelo, no me he enterado de nada, pasé toda la noche durmiendo como un tronco.
A mis padres les da mucha pena, y se les cae el corazón al suelo cuando después de vomitar Miguel decía: no pasa nada. ¡Vaya hombretón está hecho!
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