Ayer fue otro día muy, muy intenso. Por la mañana fue más o menos como siempre: despertarse, desayunar, ir al cole, al comedor... pero por la tarde después de mis clases de inglés y de merendar, a la vuelta a casa, una vez que papá había vuelto del trabajo, llegó la hora de baño. Papá metió primero a Miguel, estuvo un ratito solo, sin mí, aunque un buen rato lo pasó llamándome porque me extrañaba, ya que solemos bañarnos juntos, pero como yo estaba bastante entretenida con unos de mis nuevos juguetes de cumpleaños, pues Miguel se bañó antes. Yo entré en el baño y al poco llegó el momento de sacar a Miguel.
Mamá empezó a cambiarlo mientras papá empezó a preparar la cena. La cosa es que mientras yo estaba tranquilamente con mis patitos en la bañera, mamá puso a Miguel en el suelo, una vez peinadito, vestidito con su pijama y sus tenis. Y ocurrió que Miguel no se lo pensó dos veces. Salió pitando dirección a la bañera y.... plof. Niño al agua. Con pijama, tenis, pañal y todo. ¡Vaya cómo se pusieron mis padres! ¡Imaginaros!
En fin, que hay que tener mucho cuidado, y estar muy atento con mi hermanito Miguelito.
Mamá empezó a cambiarlo mientras papá empezó a preparar la cena. La cosa es que mientras yo estaba tranquilamente con mis patitos en la bañera, mamá puso a Miguel en el suelo, una vez peinadito, vestidito con su pijama y sus tenis. Y ocurrió que Miguel no se lo pensó dos veces. Salió pitando dirección a la bañera y.... plof. Niño al agua. Con pijama, tenis, pañal y todo. ¡Vaya cómo se pusieron mis padres! ¡Imaginaros!
En fin, que hay que tener mucho cuidado, y estar muy atento con mi hermanito Miguelito.