martes, 12 de mayo de 2009

Vacunas

El viernes por la tarde volvimos a visitar a nuestro pediatra. Jesús es muy atento con nosotros, tiene mucha paciencia, sobre todo con Miguel que ya se ha hecho pipí más de una vez encima suya.

Primero revisó a Miguel, que ya tiene 7 meses. Todo sigue bien. En el último mes ha crecido dos centímetros y medio y ha engordado seiscientos gramos, lo que está muy pero que muy bien. Migui estuvo todo el rato portándose bien, aunque en ocasiones intenta cogerlo todo, a veces a punto de tirar cosas. Todo empeoró cuando le puso la inyección de prevenar. ¡Vaya si lloró! Para mí fue muy divertido verlo llorar. Él lloraba y yo me reía, pero mi cara cambió cuando mi padre me dijo que no me riese tanto que después me tocaba a mí. ¿Qué? La vacuna de la varicela me dijo. ¡Jo!

Así fue, una inyección en el brazo. Dolió mucho, no pude evitar que se me escapase una lágrimilla. Apreté los dientes. No lloré. Sólo una lágrima. Nada de llantina. Jesús me premió con una pegatina-medalla que lucí orgullosa el resto de la tarde, y por portarme bien mis padres me llevaron a tomarme un pastel de chocolate que me comí entero. Todo, todo y todo.

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