martes, 9 de octubre de 2012

Los cuatro años de Miguel

El sábado por fin llegó el día de la celebración del cumpleaños de Miguel en un parque de bolas. ¡Qué ganas tenía Miguel! Cuando mis padres le dijeron que ese era el día en el que íbamos a celebrar su cumpleaños en el parque de bolas, se puso contentísimo.

Todo comenzó para nosotros el sábado a las doce del mediodía cuando fuimos al parque a recoger las llaves y a llevar las primeras cosas. Nada más entrar mis padres se pusieron a hablar con la mujer que estaba encargada, que si la luz, que si el aire acondicionado, que si la distribución de las mesas y mientras mi hermano y yo, los dos solos, disfrutando del parque a tope. ¡Un parque de bolas sólo para nosotros! ¡Qué divertido! Luego la mujer se fue y mis padres estuvieron un buen rato dando vueltas de la casa al parque trayendo las bebidas, la comida, la piñata, los vasos y los platos. ¡Un buen montón de cosas! Cuando terminaron, ¿adivináis qué hicieron? Sí, se metieron con nosotros en el parque. ¡Los cuatro dentro del parque! ¡Qué divertido! Jugamos a una lucha de bolas, unos tirándonos bolas a los otros. ¡Cuánta diversión! ¡Lo pasamos pipa!

Después, como teníamos que ir a recoger las pulgitas -unos panes chiquititos para hacer minibocadillos-, de camino de vuelta de la panadería paramos a almorzar en un sitio que ponen las albóndigas favoritas de Miguel. ¡Vaya sorpresa! Y de postre un helado. Después volvimos a casa, a ducharnos y vestirnos para estar guapos para la fiesta de cumpleaños de Miguel. Esperábamos muchísimos amigos de Miguel, y algunas amigas, y mis titos, abuelos y primos. Todos juntos celebrando que Miguel cumplía cuatro años.

Hubo de todo. Bocadillos, bizcochos, batidos, gusanitos, patatas fritas, aceitunas, queso, ensaladillas rusa, tortillas de patatas, embutidos, gominolas, zumos, globos, una piñata y por supuesto una tarta enorme de Gormiti, regalo del abuelo Miguel y la abuela Pepi. Todo estupendo. También hubo muchísimos regalos para Miguel, tantos que no sabía a donde acudir. Estaba muy nervioso. Todo el rato de un sitio para otro pasándoselo bomba, como yo. No terminamos hasta las once de la noche, que vino la mujer encargada a recoger las llaves, y entonces, después de que ya habíamos recogido todo, dimos los treinta pasos hasta la casa, y los otros veinte hasta la cama. ¡Qué rápido nos dormimos! ¡No aguantamos despiertos ni dos minutos! ¡Vaya día tan estupendo!

Os ponemos un par de fotos. Una de la mañana cuando estuvimos los cuatro dentro del parque jugando y otra por la tarde, justo encendiendo la vela de cuatro años para que Miguel la soplara.

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