miércoles, 18 de julio de 2012

Un espeto cada uno

Los primeros espetos de sardinas de este año los tomamos ya en Julio. Fue en el chiringuito de la playa del Bombo, un día que fuimos a la playa los cuatro solos. Bueno, en la playa había mucha más gente pero quiero decir que fuimos solo los cuatro a la playa, sin nadie más, aunque cuando plantamos nuestra sombrilla verde en la playa alrededor nuestra había bastante gente. Nos situamos tan cerquita de la orilla que casi nos mojábamos los pies al estirarlos.

Nada más llegar a la playa lo primero que solemos hacer siempre es sacar todos nuestros juguetes de la playa, que son muchísimos: palas, rastrillos, cubos, pelotas, regaderas, conchas con diversas formas y una excavadora de Miguel. Luego, dependiendo de las ganas de papá, damos los tres un paseo. Éste día tenía ganas y dimos un largo paseo hasta unas rocas donde papá atrapó un cangrejo. ¡Jo, qué pinzas tenía! Papá me preguntó si quería cogerlo pero le dije que no y no me insistió. A Miguel ni le preguntó porque casi no se quiso ni acercar a mirarlo, aunque poco a poco fue perdiendo el miedo y al final acercaba el dedo pero luego lo echaba rápidamente hacia atrás.

Caminar por las rocas es muy peligroso porque si te caes te puedes hacer mucho daño, por eso mientras papá caminaba en busca del cangrejo por las rocas Miguel y yo nos quedamos desde fuera mirándolo. Papi dijo que iba a buscar un erizo o un cangrejo y nosotros le animábamos desde donde estábamos. Cuando nos dijo que había cogido un cangrejo nos pusimos supercontentos.

Nosotros queríamos llevarlo de vuelta a nuestra sombrilla para enseñárselo a mamá, pero papá dijo que no, que debíamos volver a dejarlo en las rocas porque seguro que tenía muchos hermanos que lo iban a echar de menos.

Lo soltó y volvimos para sentarnos porque estábamos muy cansados de tantas emociones y como mamá había llevado unas patatas fritas, pues nos tomamos unas pocas justo antes de ir al chiringuito a tomar las sardinas. ¡Qué buen día de playa!

Os diré que mi hermano y yo, aunque todavía somos pequeños, nos tomamos un espeto de sardinas cada uno, casi sin pestañear. ¡Qué ricas que están las sardinas en espeto!

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