El día que en Fuengirola es fiesta porque se celebra el día del Carmen, que es su patrona, decidimos tirar hacia Málaga, según mi padre para huir de los barullos. Se lo dijimos a nuestros amigos Jaime y Daniel y les pareció buena idea así que allí fuimos a encontrarnos con ellos. Lo hicimos tan bien que cuando estábamos aparcando, casi al mismo tiempo, también estaban aparcando ellos. Los dos coches aparcando simultáneamente, uno muy cerquita del otro. ¡Vaya suerte!
Desde el aparcamiento, todos juntos, andando, fuimos al Muelle Uno, que está junto al puerto. Una zona de Málaga que nosotros nunca habíamos visitado y que ya teníamos ganas de conocer. ¡Os diré que nos encantó! Está muy cerca del mar y desde el Muelle Uno se ven muchísimos barcos supergrandes. Miguel no se enteró de mucho porque se pasó todo el rato corriendo de un lado para otro con Jaime. ¡Qué energía tienen los dos! En cambio, Daniel y yo, que también tenemos mucha energía, sólo que la reservamos para mejores ocasiones, paseamos mientras hablábamos mucho junto a los barcos, algunos de ellos enormes.
Por detrás paseando venían mi padre y Miguel, que es el padre de Jaime y Daniel, charlando de sus cosas y detrás de ellos mi madre, la madre de mis amigos, Sagri y su tía Juani. También ellas hablando de sus cosas, que son distintas de las cosas que hablan los padres, o eso creo.
Después de recorrer el muelle a completo, desde el principio hasta el final, donde había un gran faro y donde Miguelito tuvo que hacer pipí porque ya no podía aguantar más, creímos que ya era hora de tomar la cena, por lo que entramos en la pizzería Mamma Mía y compartimos unas pizzas, que estaban muy ricas, sobretodo las partes que no tenían orégano.
Después de cenar nos dirigimos hacia la calle Larios, donde todo el mundo sabe que hay una heladería que me encanta. Juani nos quiso invitar a tomar unos helados a todos. ¡Qué buena que es Juani! Aprovechamos la oportunidad y tomamos helados, menos mis padres que tomaron horchata. Luego matamos el tiempo correteando detrás de una cucaracha que intentaba atacarnos. Fue muy emocionante hasta que papá, de un zapatazo, terminó de matar el tiempo, verdaderamente, de aquella cucaracha.
Ya de noche, en el coche, nos echamos a dormir hasta llegar a casa.
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