lunes, 17 de octubre de 2011

Con razón

El fin de semana ha sido muy tranquilote, porque después de feria es lo que nos apetecía a todos. El viernes por la noche, después de pasar toda la tarde viendo muchos dibujos, pedimos pizza para tomar en casa. Mis padres se piden una grande para ellos, y mi hermano y yo tomamos una pequeña para nosotros. A todos en nuestra casa nos gusta la pizza. ¡Delicious!

Luego el sábado todo el rato en casa. Papá estaba algo malito, con muchos mocos y dolor de garganta, así que pasamos todo el rato dibujando, jugando con los globos y poniendo cosas por medio.

Pero el domingo mamá nos llevó al parque, aunque al final fuimos a tres parques. Uno detrás de otro. Yo con mi patineta y Miguel con su moto. Papá se quedó en casa descansando. Al volver a casa, poco antes de la hora de almorzar, me cambié los pantalones que había roto por la rodilla al caerme al suelo. Miguel también se cayó pero no rompió nada de ropa, pero sí que se hizo una herida en el brazo, pero poca cosa. Nos arreglamos y fuimos a almorzar a un restaurante chino.

En el restaurante chino no me porté lo bien que mis padres hubiesen deseado. Primero porque no me gusta casi nada. Sólo el pan de gambas, que yo lo llamo patatas chinas y un poco de fideos de arroz, y una mijita de pollo. Pero no me gustan ni las gambas, ni las zanahorias, ni el bambú, ni las setas, ni los guisantes, ni la soja, ni casi nada de lo que había para comer. Mi padre se enfadó mucho. Muchísimo. Porque dice -con razón- que no es que no me gusten las cosas, es que ni siquiera las pruebo, y que eso es justo lo que le disgusta. Se pasó toda la tarde sin ganas de mirarme. Rehuyéndome. Y eso es lo que más me duele.

Le prometí que probaría más comidas y que iba a ser más buena, y sólo me perdonó poco antes de dormirme, cuando yo estaba lloriqueando en la cama.

Mi hermano, en cambio, come de todo, prueba todo lo que le ponen por delante, sin problemas. A veces le gusta, a veces no, pero prueba todo. Lo que él hace mal que yo no, es que ha aprendido a eructar y aunque lo hace muy flojito, ahora está todo el día eructando y él mismo se dice burro y se ríe.

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