lunes, 16 de agosto de 2010

El ascensor

El sábado nos llevamos un buen susto. Especialmente mamá, o incluso más todavía mi hermano Miguelito. Después de haber pasado la noche en casa de los abuelos Pepi y Miguel, en la que, por cierto, me porté estupendamente, cosa que no puedo decir de Miguel, volvimos a casa, aunque papá se quedó en el paseo marítimo con sus amigos Alex y Manu. Una vez en casa, mamá nos vistió y ya nos disponíamos a irnos a una visita a casa de un tito de mi madre cuando estando en el ascensor, no sabemos cómo pero Miguel acertó a meter la mano entre las puertas plegables del ascensor cuando se estaban abriendo. La puerta se bloqueó y Miguel empezó a llorar y mamá se puso nerviocísima y durante unos momento vivimos un estado de pánico. De alguna manera entre mamá y Miguel consiguieron sacar los deditos del pobre Miguel. Y es que con Miguel hay que tener mil ojos porque tiene dos manos aquí ahora pero al instante las tiene allí, pero un segundo después en otro sitio. Es así.

Por suerte sólo fue un susto. Los dedos los mueve muy bien y parece que no le duelen. Pero el susto en el cuerpo de los tres no nos lo quita ya nadie.

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