domingo, 24 de junio de 2012

Sentados en la terraza

Papá vino en coche a recogerme de casa de la abuela Pepa y estábamos dispuestos para irnos a nuestra casa donde mamá y Miguel estarían esperándonos, pero cuando estamos papá y yo a solas, siempre, aunque me cueste confesarlo, intento sacarle algo a mi padre. De manera que le dije que hacía mucha calor y que tenía mucha sed. La primera reacción de mi padre fue decirme que cuando llegara a casa me bebiera un buen vaso de agua. Entonces, pasé a la segunda estrategia, suspiré y dije de nuevo ¡Qué calor hace y cuánta sed tengo! De manera que mi padre ya entendió lo que yo pretendía decirle, así que me preguntó ¿qué es lo que quieres? No sé -contesté-. Papá no dijo nada pero en el primer cruce que tuvo cambió el trayecto de casa. Yo me di cuenta, y comencé a balancear las piernas. Girar con el volante hacia un lado distinto que nuestro destino a casa, seguro que era algo especial.

Cinco minutos más tarde estábamos los dos sentados en el paseo marítimo tomándonos una horchata cada uno. ¡Qué buena que está la horchata! ¡Está tan fresquita! ¡Sobre todo cuando se tiene tanta sed! ¡Estaba disfrutando tanto al tomarme la horchata que casi no hablé durante todo el rato en el que me la bebí! A la hora de irnos y pagar, papá compró medio litro para llevar. ¡Cómo se acuerda de mamá y de Miguel! Durante el camino de vuelta a casa le propuse a papá que le podríamos contar a mamá y a Miguel que nos habíamos tomado unas horchatas sin ellos y cuando nos dijeran que teníamos mucha cara, entonces, podríamos decirles que le habíamos traído también horchata para ellos. ¡Jo, qué sorpresa tan estupenda les dimos!

No hay comentarios: