Cada mañana, mientras mis padres visten a Miguel, bien sea mi padre, o bien mi madre, le piden a Miguel que cuente del uno a diez. Todos los días. Por la mañana, y por la noche, al vestirse para ir al cole y al ponerse el pijama Incluso algunos días que son tres veces, porque antes de salir por la tarde, si es que vamos a algún sitio, hay que volverlo a vestir y otra vez a contar. De manera que ya, desde hace unos días, parece que, por fin, ha aprendido a contar. Podéis imaginar lo contento que mis padres están con este avance, pequeño y grande a la vez.
Sin embargo cuando papá lo recogió del cole y la monitora del comedor le dijo que había comido muy mal, todo avance se fue al traste. ¡Jo, cómo se enfadó!
Le explicó la monitora a papá, que hay veces que come muy bien, otras bien, otras regular, y algunas muy mal, pero que ayer había comido peor que muy mal. O sea, que no había comido prácticamente nada. Luego al llegar a casa se pasó todo el rato pidiéndole a mamá que le diera jamón. ¡Será caradura!
Sin embargo cuando papá lo recogió del cole y la monitora del comedor le dijo que había comido muy mal, todo avance se fue al traste. ¡Jo, cómo se enfadó!
Le explicó la monitora a papá, que hay veces que come muy bien, otras bien, otras regular, y algunas muy mal, pero que ayer había comido peor que muy mal. O sea, que no había comido prácticamente nada. Luego al llegar a casa se pasó todo el rato pidiéndole a mamá que le diera jamón. ¡Será caradura!
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