Para nuestro tercer y último día en Madrid también desayunamos en el hotel. ¡Qué buenos que estaban lo churros madrileños! ¡y los zumos! Y justo después, sin perder nada de tiempo, fuimos a ver la Casa Museo de Lope de Vega, que una casa muy antigua y muy grande donde vivía Lope de Vega, que también, como Miguel de Cervantes, era escritor. Mamá y papá se quedaron en la entrada porque mamá se encontraba algo mareada y decidió mejor quedarse en la puerta, mientras que tita Mª José, Francisco, Miguelito y yo entramos a visitar la casa.
Lo más sorprendente de la casa es que en aquella época se lanzaba las cacas a la calle por las ventanas. ¿Os lo podéis imaginar? ¿No os parece muy extraño? Cuando la visita terminó y volvimos a la entrada mamá ya estaba muy mejorada y continuamos nuestra visita por Madrid. Lo siguiente fue ir a la Puerta del Sol, que pillaba de camino hacia El Corte Inglés de la calle Preciados donde mis titos querían entrar a comprar un regalo para Celia, a la que tanto echábamos todos de menos.
Por el camino nos hicimos unas fotos junto a una escultura de un oso y un árbol, que por lo visto es un madroño. A pesar de ser domingo por la mañana temprano, todo volvía a estar repleto de gente por todos lados. Volvimos de El Corte Inglés con el regalo y ya comenzábamos a tener hambre, así que volvimos al Mercado de San Miguel, que tenía unas tapas muy buenas y muy ricas y además estaba muy bonito con toda la decoración de Navidad. Después de allí cogimos una mesa en un restaurante por la zona antigua de Madrid, que no parecía tan antigua. Comimos otra vez tapeando y volvimos al hotel para recoger nuestras maletas.
Tirando de las maletas dimos un largo paseo por el Paseo del Prado, que es un camino que pasa por delante del Museo del Prado y que llega hasta la estación de Atocha, que es desde donde salía nuestro tren superrápido llamado AVE de vuelta hasta casa.
La vuelta en el tren fue más tranquila porque estábamos más cansados, y además pusieron la película de Cars 2, y como nos dieron unos auriculares, pues nos los colocamos y pasamos un buen rato del viaje viendo la película, pero no mucho. Mi hermano hizo caca dos veces en ese viaje de vuelta y otra vez más tuvo que ir al servicio a hacer pipó. Yo "sólo" fui una vez a hacer caca, pero dos para hacer pipí. Mis padres se conocían bastante bien el servicio del tren.
Al llegar a Málaga recogimos nuestro coche, que tanto eché de menos en las caminatas por Madrid, y de camino a casa fue imposible no dormir en nuestro coche con los asientos tan cómodos.
Al llegar a casa nos espabilamos, nos dimos un baño y cenamos con los abuelos Pepi y Miguel que vinieron a vernos. Estábamos muy cansados pero aguantamos un poquito más para pasar más tiempo con los abuelos.
Así acabó uno de los fines de semanas más intensos de nuestras vidas, que al principio no tenía ganas de repetir pero que ya me están volviendo otra vez.
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