miércoles, 21 de diciembre de 2011

Madrid primer día

Todo lo tenían mis padres muy bien preparado desde mucho antes de ir a Madrid, para que después cuando estuviésemos de viaje todo fuera perfecto. Papá vino a recogernos a Miguel y a mí al colegio, fuimos andando a la casa, y por el camino compramos comida en una pollería que hay cerca de casa. ¡Qué ricas las patatas y las croquetas! Rápidamente, antes de que llegase mamá nos bañamos y nos vestimos. Mamá llegó justo a tiempo para darnos el toque final. Recogimos las maletas y nos montamos en el coche.

Aparcamos el coche en un hotel en Málaga, muy cerquita de la estación de trenes, donde pasaría todo el fin de semana mientras nosotros estuviésemos en Madrid. Desde el hotel fuimos a la estación de María Zambrano desde donde saldría nuestro tren hacia Madrid. Era un tren muy, muy rápido, a más de trescientos kilómetros por hora, que aunque yo no sé mucho, papá dijo que era el doble de rápido de cuando vamos en nuestro coche. Es un tren tan rápido que lo llaman AVE, porque parece que vuela.

Dentro del tren luego no parece que vaya tan rápido, aunque sí es cierto que el tiempo pasa rápido. Mis padres trajeron unas ceras de colores y unos cuadernos nuevos para pintar y lo pasamos muy bien. No nos movimos de nuestros asientos, salvo las veces que fuimos al servicio, que no fueron pocas: tres veces Miguel y tres veces yo. Y es que ir al baño era muy divertido.

Cuando llegamos a Madrid era ya de noche y hacía mucho frío. Muchísimo. Pero nuestros padres nos habían traído guantes, y gorros y bufandas y mucha ropa de abrigo. Nos montamos en un taxi que nos llevó directamente al hotel.

La habitación era muy divertida, y había una cama donde Miguel y yo íbamos a dormir juntos. ¡Qué calentitos! Al momento llegaron tito Francisco y tita María José, que estaban en su habitación esperando que llegáramos porque ellos como no tenían colegio pudieron irse por la mañana.

Salimos a comer a una plaza que había junto al hotel donde había muchos restaurantes. Se llama la Plaza de Santa Ana, y en el primer sitio que nos llamó la atención y había mesa libre entramos. Comimos bien y Miguel, que ya estaba muy cansado, se quedó frito en su carro en el mismo restaurante. Yo quería volver al hotel pero mis padres me dijeron que habíamos ido a Madrid para visitarla, y no para estar encerrados en la habitación del hotel.

Después del restaurante dimos un paseo hasta la Plaza Mayor, pero antes, para poder coger energías, me comí un donut de chocolate que estaba riquísimo. Desde la Plaza Mayor, bajamos por la Calle Mayor hasta la Puerta del Sol, donde había muchísimas personas y todo estaba muy bonito y decorado de Navidad. Miguel no vio nada de esto porque ya llevaba un buen rato dormido. Volvimos al hotel para reponer energías para el día siguiente.


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