Ayer viernes por la noche fuimos a cenar a la calle. A uno de nuestros sitios favoritos para los viernes: Rigodón. Allí nos juntamos muchos amigos y charlamos mucho, especialmente yo, que soy un poco cotorra. Miguel habla poco pero corre mucho, quizás demasiado, porque mamá anda todo el día detrás de él. Menos mal que también vino su padrino David con el que siempre le gusta pasar un buen rato.
Después de cenar me tomé un helado, algo normal en mí después de cenar. Lo verdaderamente sorprendente es que me estaba quedando dormida mientras me tomaba el helado. En serio. Me quedé dormida con el helado en la mano. Increíble, ¿verdad? Mamá me puso a dormir en el carro de Miguel. Y allí estuve hasta que papá me subió en el coche y después desde el coche me puso en la cama. Casi no me enteré aunque sí protesté. Lo más gracioso de todo, aunque yo no me enteré, es que a Miguel, que no le gusta para nada estar en el carro, cuando se dio cuenta que yo estaba dormida en él, quería sentarse y que yo me quitase. ¡Será canalla! Dicen mis padres que lloriqueaba diciendo: carro Miguel, carro Miguel.
Después de cenar me tomé un helado, algo normal en mí después de cenar. Lo verdaderamente sorprendente es que me estaba quedando dormida mientras me tomaba el helado. En serio. Me quedé dormida con el helado en la mano. Increíble, ¿verdad? Mamá me puso a dormir en el carro de Miguel. Y allí estuve hasta que papá me subió en el coche y después desde el coche me puso en la cama. Casi no me enteré aunque sí protesté. Lo más gracioso de todo, aunque yo no me enteré, es que a Miguel, que no le gusta para nada estar en el carro, cuando se dio cuenta que yo estaba dormida en él, quería sentarse y que yo me quitase. ¡Será canalla! Dicen mis padres que lloriqueaba diciendo: carro Miguel, carro Miguel.