Ayer fue un día un poco extraño. Uno esos días que te dan y te quitan, que son malos pero después buenos. Me explico: por la mañana fue un día normal, como siempre, es decir, te levantas, desayunas, te vistes y al cole, luego almuerzo en el comedor y a jugar un rato hasta que nos recoge nuestra madre. Después en casa viendo un poco la tele mientras nuestros padres almuerza y justo después a bañarse porque vamos a clases de inglés. Entonces todo es un correr sin parar.
Fuimos a clases de inglés corriendo, casi si respirar, y cuando terminó nos tuvimos que ir otra vez corriendo al dentista porque tanto mamá como Miguel tenían cita. Pero Miguel decía sentirse cansado ¡Cómo! ¡Cansado Miguel a las seis de la tarde! Algo debía estar pasándole. Inmediatamente empezó a sentir frío, y a sentir temblores. En la sala de espera del dentista se durmió nada más sentarse y tenía la frente ardiendo. ¡Jo, qué aburrida la sala de espera con Miguel dormido! ¡Allí estuvimos más de una hora! Cuando despertaron a Miguel la lió buena. Sólo estuvo callado cuando el dentista le dijo que abriera la boca. Pero en la sala de espera, mientras mamá estaba dentro no hacía otra cosa que llorar. Papá nos sacó de la sala y le dijo a mamá que nos esperaba en el coche. Miguel pasó todo el rato en el coche llorando preguntando por mamá y yo tenía un hambre que no veas, porque mis padres habían olvidado darme la merienda. Así que como la merienda estaba en el coche, merendé en el coche mientras Miguel lloraba. ¡Qué pesado! ¡Estaba loca por irme a la casa, ponerme el pijama y ver un poco los dibujos! Pero en ese momento, inesperadamente, pasó por la acera mi tita Ana con Natalia. ¿Sabés qué? Estuvo un buen rato con nosotros y mientras estábamos allí pasó la abuela Pepi. ¡Otra sorpresa!
Al final llegó mamá al coche y Natalia se vino con nosotros a la casa. Mamá nos hizo patatas fritas con huevo frito, que resulta que es la comida preferida de Miguel, de Natalia y mía. ¡Qué bien lo pasamos los tres jugando en el salón! Fue muy gracioso escuchar a Miguel decirle a Natalia en el ascensor que si ella sabía que él tenía muchísimos juguetes. ¡Cómo cambian los días!
Fuimos a clases de inglés corriendo, casi si respirar, y cuando terminó nos tuvimos que ir otra vez corriendo al dentista porque tanto mamá como Miguel tenían cita. Pero Miguel decía sentirse cansado ¡Cómo! ¡Cansado Miguel a las seis de la tarde! Algo debía estar pasándole. Inmediatamente empezó a sentir frío, y a sentir temblores. En la sala de espera del dentista se durmió nada más sentarse y tenía la frente ardiendo. ¡Jo, qué aburrida la sala de espera con Miguel dormido! ¡Allí estuvimos más de una hora! Cuando despertaron a Miguel la lió buena. Sólo estuvo callado cuando el dentista le dijo que abriera la boca. Pero en la sala de espera, mientras mamá estaba dentro no hacía otra cosa que llorar. Papá nos sacó de la sala y le dijo a mamá que nos esperaba en el coche. Miguel pasó todo el rato en el coche llorando preguntando por mamá y yo tenía un hambre que no veas, porque mis padres habían olvidado darme la merienda. Así que como la merienda estaba en el coche, merendé en el coche mientras Miguel lloraba. ¡Qué pesado! ¡Estaba loca por irme a la casa, ponerme el pijama y ver un poco los dibujos! Pero en ese momento, inesperadamente, pasó por la acera mi tita Ana con Natalia. ¿Sabés qué? Estuvo un buen rato con nosotros y mientras estábamos allí pasó la abuela Pepi. ¡Otra sorpresa!
Al final llegó mamá al coche y Natalia se vino con nosotros a la casa. Mamá nos hizo patatas fritas con huevo frito, que resulta que es la comida preferida de Miguel, de Natalia y mía. ¡Qué bien lo pasamos los tres jugando en el salón! Fue muy gracioso escuchar a Miguel decirle a Natalia en el ascensor que si ella sabía que él tenía muchísimos juguetes. ¡Cómo cambian los días!