jueves, 25 de febrero de 2010

Todo va bien

Miguel está mejor. Esas son las mejores noticias. Esa y que ha dormido bien a pesar del bocado que se dió. La herida que tiene en la lengua tiene muy mala pinta pero está tomando una medicina para que baje la inflamación y parece que está funcionando bien.

Ha comido mejor de lo que suponíamos, pero incluso así se toma el biberón dobladito, justo por el otro lado de la lengua, donde no está la herida. ¡No sabe nada!

Esta tarde mis padres lo han llevado al pediatra. A Paqui, nuestra pediatra particular de urgencias. En realidad, ella vino a visitarnos a nosotros a casa de la abuela Pepi. ¡Qué suerte! A dicho que todo va bien y que sigamos dándole lo mismo. No os podéis imaginar lo que le ha costado a Paqui verle la lengua. Hemos necesitado seis manos para agarrarlo y ni siquiera así ha sido fácil. ¡Valiente elemento!

miércoles, 24 de febrero de 2010

Sangre

Hoy escribo un poco avergonzada porque me arrepiento de lo que he hecho, o mejor, de lo que no he hecho. Me explico: resulta que mi madre, como está de vacaciones, decidió lavar el sofá -que falta le hacía-. El sofá sigue en el salón pero sin ningún cojín, por lo que ahora es más bajito, y claro, mi hermanito Miguel puede subirse y bajarse sin problemas. Hasta ahí todo correcto. Yo estaba viendo los dibujos en la tele, ensimismada mientras Miguel venga subir y bajar del sofá. Al mismo tiempo mis padres estaban en la cocina terminando de almorzar. En una de estas Miguel que es muy atrevido decidió que podría sin mucha dificultad subirse en lo alto de la mesa desde el sofá. De pie. Así lo hizo mientras yo lo miraba distraídamente cuando disfrutaba de los dibujos.

Entonces pasó lo que todos os imagináis. Miguel se cayó al suelo. Se escuchó un tremendo zambombazo seco. Toc. Miguel arrancó a llorar. Rápidamente llegó mamá preguntándome qué había pasado y yo le dije que Miguel se había caído desde lo alto de la mesa. Mamá me gritó un poco fuera de control que por qué no la había avisado. Me encojí de hombros.

Miguelito empezó a sangrar por la boca. Mamá pensó que se había roto un diente o algo así. Papá estuvo enjuagándole la boca con agua para intentar ver qué es lo que sangraba. La sangre llenó el jersey, los pantalones, la camisa de Miguel y también la camisa de papá. Y es que había mucha sangre y tardaron mucho rato mis padres en darse cuenta que se había mordido la lengua. Por arriba y por abajo. Había sangre por todos sitios y el pobre no dejó llorar en un buen rato.

Os preguntaréis que por qué estoy avergonzada, pues es porque mientras todo esto ocurría, mientras Miguel sangraba por la lengua y mis padres intentaban tranquilizarle en el baño, yo me quedé tranquilamente viendo los dibujos, como si nada hubiese ocurrido y eso fue lo que más enfadó a mis padres.

Por eso estoy avergonzada.

Perdón.

martes, 23 de febrero de 2010

¡Que se vayan!

Hoy le he dicho a mi madre que mis abuelos Pepi y Miguel deberían decirles a mis titos Ana y Paco que se fuesen por ahí, quiero decir que se vayan a cenar o de viaje o algo así, de manera que Natalia, mi primita, se quede en casa de los abuelos donde yo podría fácilmente acercarme a visitarla. Y es que estoy con muchas ganas de verla.

Natalia yo nos llevamos muy muy bien porque somos muy buenas primas y nos queremos mucho. Yo tengo la suerte de recoger alguna de las ropas que mi prima Natalia ya no se pone porque se le quedan pequeñas y... ¿sabéis qué? ¡Me encanta vestirme con la ropa de mi prima!

domingo, 21 de febrero de 2010

Desayuno andaluz

El viernes celebramos en mi cole el día de Andalucía, para ello todos tomamos para desayunar un buen vaso de Colacao y pan con aceite y un poquitín de azúcar, que es lo que yo llamo un "desayuno andaluz". De todas formas mi señorita metió un papel para los padres en cada mochila explicándoles que preparasen, por si acaso, un desayuno distinto. Por si no nos gustaba.

Yo no estaba segura de si me gustaría o no porque no recuerdo haberlo probado antes, ya que yo suelo tomarme los desayunos con pan, mantequilla y una loncha de pavo, aparte del Colacao. Lo probé, junto con todas mis amiguitas y nos gustó, y mucho. Por eso me tomé por lo menos ocho o nueve trozos de pan con aceite y azúcar.

Me gustó tanto que al día siguiente, cuando todos juntos -Mis padres, mi hermano y yo- fuimos a desayunar a Mijas con mi padrino, me tomé otro desayuno andaluz, pero esta vez me tomé el Colacao en casa (no pude esperar tanto) y en el bar una botellita de agua. ¡Qué rico!

martes, 16 de febrero de 2010

Entonada

Que mis padres se lo pasan muy bien con nosotros es algo que todos saben. Hoy por ejemplo estaba yo viendo los dibujos en la tele y de pronto noté que me estaban entrando ganas de ir al váter. Lo que hago normalmente en esas circunstancias es ir hacia mi madre y decirle que voy a hacer caca porque yo no me sé todavía limpiar sola. Entonces fui a decírselo a mamá pero estaba almorzando. En lugar de esperar decidí decírselo a papá pero le estaba cambiando el culo a Miguel que ya se había hecho caca. Como no podía espera, de camino hacia el baño le dije a mi padre: papá dejo la puerta "entonada" para que me escuches cuando te llame y papá empezó a reírse no sé bien por qué. Será porque soy muy divertida.

lunes, 15 de febrero de 2010

Sobresaltos

Este fin de semana lo he pasado en casa y casi todo el rato he estado viendo los dibujos o fabricando mis propias felicitaciones de San Valentín. He hecho tarjetas de felicitaciones para todo el mundo. Bueno en realidad para todo el mundo al que quiero. Le he hecho algunas a mis padres, a mi hermano, a mis abuelos, a mis padrinos y a titos, incluso algunas para mis compañeros del cole y alguna hay también para Caillou, Manny Manitas, Los Little Einsteins,...

Este fin de semana también ha tenido muchos sobresaltos, especialmente por parte de mi hermano que se ha vuelto a dar algún que otro troncazo. Ayer se cayó mientras corría, iba tan rápido que no le dio tiempo a colocar las manos en la caída, por lo que se dio un tortazo contra suelo de la casa en toda la boca. Se hizo sangre en el labio, justo donde está el diente. Menos mal que no se lo ha roto. El pobre se llevó un gran susto al igual que todos nosotros. Ahora pasa mucho rato tocándose la herida que tiene detrás del labio con la lengua. Pobrecito.

viernes, 12 de febrero de 2010

Distintos

Cuentan mis padres que cuando yo era chiquitita me tomaba los biberones doblados, es decir, enteros y sin parar, casi de una vez, glu glú, glu glú. Cuando terminaba, lo dejaba sobre la mesilla de noche y a dormir. Miguel es distinto. Muy distinto. Casi no le gustan los biberones, se toma muy poco y después no se echa a dormir. Hay que dejarlo dentro de la cuna un buen rato llamando a mis padres hasta que, poco a poco, pasa de estar de pie gritando a estar sentado gritando y después simplemente hablando y al final tumbado hasta que se duerme. Una vez dormido, mis padres le dan el biberón y entonces sí se lo toma casi siempre entero. Es así.

Sin embargo, a la hora de comer todo cambia. Miguel se toma la comida suya con mucho regateo, moviendo la cabeza de un lado para otro intentado esquivarla, pero la comida que comen mis padres le encanta. Lo mismo se toma judías verdes, que champiñones o pescado a la plancha. Todo le gusta. Lo que menos parece que le gusta es la lechuga pero también se la toma. Toma de todo, incluso el limón le gusta. A mí me pasa todo lo contrario. Me gustan pocas cosas. Y es que somos tan distintos...

martes, 9 de febrero de 2010

Impulsos peligrosos

Pobre Miguel, estaba tranquilamente circulando con su moto por la casa de mis abuelos Pepi y Miguel cuando, de pronto, decidió bajarse de la moto, algo que hace cada vez que quiere sin ningún problema. Se sube y se baja cada vez que le apetece y, aunque subirse le cuesta más que bajarse, lo hace sin mucha dificultad. Pues eso, que decidió bajarse y no se sabe cómo fue a caerse de cabeza y de lleno contra el primer escalón de la escalera en toda la frente. Ahora, sin remedio, luce un morado intenso en plena frente. ¡Vaya adorno!

Pero también pobre de mí, porque después de eso estaba yo jugando con mi hermano en la cama, tumbada de lado y Miguel de pie, justo detrás mía, pero mirándome y con ganas de abrazarme. De apretarme. No hizo otra cosa que tirarse de cabeza hacia mí, con mucho impulso. Con el pecho por delante. Y claro. Cloc. Cabezazos. Miguel y su frente morada contra mi oreja. Jo, cómo lloramos. Miguel no se hizo nada pero yo tengo un pequeña brecha tras mi oreja. Y es que hay que andar con mucho cuidado con mi hermano que tiene unos impulsos un tanto peligrosos. ¡Aaaay!

jueves, 4 de febrero de 2010

Sin levantar cabeza

En casa no acabamos de salir de una y nos metemos en otra. La semana pasada como estaba malita con mucha tos, mocos y fiebre solamente fui a mi colegio el viernes. Esta semana, que ya me encontraba bastante mejorada, he estado yendo muy contenta desde el lunes hasta el miércoles. Pero ocurrió que el miércoles, cuando mi padre me llevó al cole, leyó un papel que había en la puerta de mi clase en el que se leía que había otra vez algunos niños infectados con piojos, así que por la noche cuando mi madre me miró para revisarme la cabeza. ¡Ahí estaban!

Nada más bañarme mamá me miró por si acaso tenía. Allí estaban. En serio. Me encontró un piojo y lo que parecía que era una liendre. Imaginad que desesperación. Otra vez a lavar toda la ropa de cama, los cojines, mis jerseys... todo. Mamá tenía ganas de llorar y yo también. El único al que parece no afectarle nada lo de mis piojos es a mi hermano Miguel, que sigue yendo de un lado para otro como si nada. Lo único bueno por ahora es que no me pica en absoluto la cabeza.

martes, 2 de febrero de 2010

El caballito de trapo

El sábado pasado después del cine nos quedamos a comer en un restaurante que hay justo al lado. Un Burger King con hamburguesas como las que anuncian en la tele. Me tomé una hamburgesa, como también hicieron mis padres, pero a mí, con mi comida, me venía de regalo un pequeño caballito de trapo. Muy chiquitín. En cuanto lo vi le dije a mis padres que a mi hermanito Miguel también le iba a gustar mucho.

No comí todo lo que me pusieron porque estaba llena de palomitas, pero sí me tomé todo el zumo y bastantes patatas fritas, pero con la hamburguesa no pude. Era demasiado y además quería dejar un poco de sitio para tomarme un helado con chocolate. ¡Qué buenísimo estaba!

Nada más terminar me fui a una zona de juegos que hay dentro del restaurante y estuve un buen rato subiendo y bajando por escaleras, rampas y toboganes. Cuando me cansé volvimos en coche a casa y un rato después al ver a mi hermano me acordé que había perdido el caballito de trapo. Seguramente lo dejé en la mesa del restaurante. ¡Qué pena! Menos mal que allí hay comidita para él.