El fin de año de este 2012 ha sido bastante más tranquilo de lo habitual. Para empezar lo pasamos en casa los cuatro solos: mamá, papá, Miguelito y yo. Sin ningún tipo de fiesta ni nada por el estilo, pero felices los cuatro juntos. Mamá preparó una comida algo especial para cenar y después un helado de turrón y por supuesto el plato de turrones de las navidades. Después de cenar nos sentamos en el sofá esperando que llegara el momento deseado de comer las uvas.
Vimos por la tele la plaza en la que se iban a celebrar las campanadas. Es una plaza de Madrid que se llama la Puerta del Sol, acordándonos de las Navidades pasadas cuando visitamos Madrid por Navidad. En este año no hacía un día soleado, sino todo lo contrario porque estaba lloviendo, y mucho. Nosotros sin embargo estábamos calentitos sentados en el sofá, tomando trufas de chocolate, trozos de turrón de almendra, del blando y muchos mazapanes. Miguel, de repente, se levantó del sofá y dijo que se iba a dormir. Nosotros le insistimos que quedaba muy poquito para que llegara el momento de las uvas y lo convencimos para que se quedase con nosotros en el sofá, pero de poco sirvió pues cuando llegó el verdadero momento de las uvas Miguel ya estaba frito, completamente dormido. Intentamos despertarlo pero era imposible, así que al final mamá, papá y yo nos tomamos las uvas juntos, mientras Miguel dormía en los brazos de mamá.
Como Miguel no se tomó las uvas, pregunté si era buena idea tomarme yo las uvas de Miguel y mis padres dijeron que sí, así que al final me tomé veinticuatro uvas. Mis doce y las doce de Miguel. ¡Vaya año tan bueno que voy a tener!
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