Olvidé contaros que cuando volvimos desde Benaoján, que es donde estaba nuestra casa rural de fin de semana, a poco más de cien kilómetros de casa, mi hermano y yo nos quedamos dormidos casi en la primera curva y Miguel se despertó a la altura de Benalmádena, con muy buen humor, saludando a todos y diciendo hola. Yo, sin embargo, no me enteré de nada porque mis padres me despertaron en el parking del garaje, cuando ya mi padre había aparcado. ¡Se me pasó rapidísimo!
La ida fue otro cantar, y es que no tenía ganas de dormirme, estaba muy nerviosa por llegar a la casa rural y encontrarme con Nacho, con Blanca... bueno y con todos, así que estaba tan nerviosa que no pude quedarme dormida. Por eso, cuando ya estábamos llegando, me entraron unas ganas horribles de hacer pipí que no pudía aguantar, así que mis padres tuvieron que parar en el pueblo, aunque estábamos muy pero que muy cerquita, porque no podía aguantar ni un minuto más, por eso mi madre me acompañó a una cafetería de Benaoján y pude hacer pipí. ¡Qué alivio!
Después de hacer pipí, sentada de nuevo en el asiento del coche, di un suspiro muy grande y dije que ir así en el coche, con el pipí fuera de mí, era otra cosa y que así sí que se iba bien. Mis padres se reían mucho y Miguel preguntaba: ¿qué pasa? ¿qué pasa?
Así que pude comprobar que es mejor ir dormida y olvidarse de todo cuando vamos en el coche.