viernes, 27 de diciembre de 2013

Un diente de menos

Antes de las navidades y después del viaje de mis padres a Alemania, tuve que ir al hospital para que me quitasen un diente que venía cuando no tenía que venir, y al final tras mirármelo más de un médico, decidieron que habría que quitarlo, así que eso hicieron.

No fui al hospital de muy mala gana porque aunque mis padres me habían explicado que me iban a dormir, y que dormiría en el hospital y que tendría que estar un buen rato sin beber y sin comer, o que iba a inflamárseme la boca. A pesar de que sabía todo eso y ya me lo habían dicho, no me daba mucho miedo pensarlo pero después, una vez pasado todo, me dio mucho susto verme en una cama con una vía en el brazo, conectada a una bolsa con un líquido, y con unas cuantas pegatinas por el pecho y con la boca bastante hinchada, aunque -según mis padres- menos de lo esperado. Nada de todo esto era como lo esperaba. Lo sabía y me lo habían dicho, pero yo lo imaginaba de otra forma y pensé que mis padres me habían engañado. Estuve en un quirófano pero yo no lo imaginaba así.

Y más tarde, ya en la habitación, cuando el doctor dijo que todo habían ido estupendamente -¿estupendamente?- pasé un muy mal rato porque me moría de hambre y nadie quería darme nada de comer ni nada de beber. ¡Es lo que peor llevaba! Tenía mucha sed y estaba deseando beber agua, pero nada, nadie me daba agua, no me dejaban ni mirarla.

Al menos la vista desde la habitación era muy bonita pues se veía la Catedral de Málaga. Algún día diré que me quitaron un diente junto a la Catedral y que al día siguiente el Ratoncito Pérez vino, puntual como siempre, y me trajo un libro de Agatha Mistery. Por lo menos algo saldré ganando por tener un diente de más.

En la foto se ve que me llevé a mi peluche Hipo, que es con el que duermo a diario.

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