El domingo nos despertamos algo más temprano de lo habitual. La primera en despertar fui yo y me acerqué a la cama de mis padres, que me dejaron entrar un poco, hasta que Miguel nos escuchó, y entonces ya éramos cuatro.
Papá se levantó, se arregló y fue a por churros. ¡Qué ricos que están! Después, sin perder tiempo, nos arreglamos todos y fuimos a Málaga porque mis padres, como nos habíamos portado bien, nos tenían preparadas unas entradas para ir al Teatro.
Vinos una obra muy divertida de payasos que se llama Al lío. No sé si le gustó más a Miguel o a mí, pero lo que es seguro es que lo pasamos en grande. Nos reímos a carcajadas, hasta no poder más. ¡Qué divertido! Lo que más gracia me hizo fue cuando al payaso se le caían los pantalones y se le veían los calzoncillos de lunares. Y a Miguel, lo que más le gustó, es ver cómo se daban de tortas unos a los otros.
Después buscamos un sitio donde almorzar cerca del teatro, pero lo mejor de la comida, el postre, lo dejamos para tomarlo en otro lugar, en una cafetería donde hubiese pasteles, aunque al final no me tomé un pastel sino unas tortitas con chocolate. ¡Qué ricas!
Seguimos paseando por la calle Larios, que ya está adornada de Navidad, pero como aún era de día, las luces no estaban encendidas. Al menos le sacamos a nuestros padres unos globos. Una flor para mí y una pantera para Miguel. Dimos un paseo algo más largo de regreso al coche y volvimos a casa que al día siguiente había que ir al cole.