domingo, 2 de marzo de 2014

El kebab de Miguel

Mi hermano Miguel es un canijo pero no es un canijo porque no coma, no, sino porque no para de moverse, no para quieto en ningún sitio. Desde que se levanta hasta que se acuesta, durante todo el día, va de un lado de la casa para otro y siempre lo hace a toda velocidad. Si salimos a la calle, vayamos donde vayamos, él siempre es como si hubiese ido tres veces porque todo el rato está moviéndose. Mi padre dice que Miguel es como un río que siempre está en movimiento.

Además de moverse mucho también lo hace todo a lo bruto y eso, según me cuentan mis padres, también es algo que hace que no engorde, porque lo que es comer, cada día come más. Ahora está en un momento en el que le gusta casi todo. Que mis padres comen comida china, él la prueba, que mis padres comen un pescado, él lo prueba, que mis padres comen comida india, él también la prueba, y lo mejor de todo es que normalmente le gusta. El otro día para no ir más lejos mis padres pidieron un kebab y Miguel dijo que él quería uno para él también, y mis padres se lo pidieron. Ya lo había probado la vez anterior y le había gustado. Cuando el kebab llegó, con lechuga y cebolla incluida, cualquiera se lo quitaba de las manos. Devoraba. 

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