Era el día del padre y también el santo de mamá. Mi hermano Miguel y yo habíamos preparado unos regalos para el día del padre en el colegio para dárselos a papá, pero como papá estaba en Málaga no pudimos entregárselos hasta la noche, cuando nos encontramos en casa.
Como papá no estaba. ¡Ya hubiera querido él! Mamá vino a recogernos al cole. Fue a por Miguel, que como había estado lloviendo, él y todos sus amigos estaban todos dentro de un aula, y cuando la maestra abrió la puerta se encontró con que Miguel estaba castigado en la esquina.Vaya carita de bueno que tenía.

Luego Miguel pasó un buen rato pidiéndole a mamá que no se lo dijera a papá, y yo, por otro lado, no hacía otra cosa que decirle, espérate a que se entere papá.
Papá lo perdonó más rápido de lo que todos esperábamos porque como era el día del padre y Miguel le entregó un regalito hecho por él y más listo que el hambre así lo ablandó. ¡Vaya carita de bueno que llevaba puesta en ese momento!
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