lunes, 26 de noviembre de 2012

Ya conté que mi hermano se hizo un buen chichonazo el otro día, y que era tan grande que llamaba la atención, bueno, pues desde ayer tiene dos, uno a cada lado de la frente. Menos mal que no se dio el segundo en el mismo sitio porque si no hubiese liado una buena. Además, por si fuese poco, el primero de los dos chichones, el más grande, se le está bajando el hematoma y se le ha puesto el ojo un poco morado. Mis padres no le han dado mucha importancia porque ya saben bien lo que es eso pues a mí ya me ocurrió una vez.

Lo peor de todo es que esta mañana mientras Miguelito estaba en la fila del colegio, le enseñaba a sus amigos la frente señalándole con los dedos los dos chichones y encima lo hacía como si fuesen dos trofeos y para nada lo hace triste, sino todo lo contrario, parece que está orgulloso. Le tira de la camiseta a los amigos y les señala su frente con dos dedos explicándoles que tiene dos, uno en cada lado, que quede claro ¿eh?.

En la foto que mi padre hizo mientras Miguel dormía (único momento del día en el que se está quieto), si os fijáis bien, se pueden ver los dos chichones y el morado del ojo.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Chichonazo

Parece ser que iba corriendo como él suele, junto a un amigo, su amigo Guillermo, y corría a toda prisa, como si le siguieran dos o tres leones o tigres o bichos así, y de repente, como por arte de magia, la pared estaba justo delante y mi hermano corriendo a toda pastilla mirando para el lado y justo cuando miró para delante, pumba, bombazo en la cabeza, en el lado derecho de su frente para ser exactos. Chichonazo que te crió.

Entonces llegaron los encargados del recreo, luego los maestros, luego llegó mamá y después el médico que le hizo la radiografía de la frente para ver si la tenía afectada por dentro o solo era un gigante hinchazón.

Dentro de lo que cabe, al final hubo suerte y todo se quedó en un buen susto, un susto de los grandes. Ahora está con esta cara que se le ha quedado, una cara deforme por un lado. Si es que yo creo que no tiene arreglo.

sábado, 17 de noviembre de 2012

En el Teatro Cervantes

Como dije habíamos pasado una semana regular con los vómitos, pero el domingo, el día 4 de noviembre, teníamos previsto asistir a una obra de teatro. Una obra de teatro que también es un musical. Además de tener de divertido que se cantaba en ella, también era en un lugar distinto del que solemos. En esta ocasión la actuación era en el Teatro Cervantes, que es mucho más grande que el Teatro Echegaray. Es mucho más grande y más bonito, aunque algo más antiguo. Tiene el techo pintado y todo está más decorado..

La obra que fuimos a ver era Caperucita Roja, que era un poco distinta de la historia que yo conozco. En la obra de teatro que vimos el lobo era bueno ¿Os imagináis? ¡Un lobo bueno! Mi padre dice que el lobo suele ser malo pero que en esa obra han encontrado uno de los pocos lobos buenos que hay. ¡Qué suerte tuvieron! Lo pasamos muy bien. Cantando y participando desde nuestro asiento con la obra.

Después de la obra de Teatro fuimos para el Hospital donde estaba nuestra abuelita Pepi que iban a hacerle una prueba muy importante. Mis padres pudieron entrar al hospital pero nosotros dos, Miguel y yo, no pudimos y nos quedamos fuera con mis padrinos Mari Carmen y José Miguel, que cuidaron muy bien de nosotros y nos invitaron a almorzar mientras mis padres estuvieron en la habitación con la abuela.

Aquí os ponemos unas fotos que nos hicimos en la puerta del Teatro Cervantes. ¡El Teatro se llama como mi Colegio!

domingo, 11 de noviembre de 2012

Una semana revuelta

En esta última semana mi hermano y yo hemos pasado por una pequeña mala racha. Primero fui yo, que sin venir a cuento, de buenas a primeras, comencé a sentir un poco de dolor de barriga al principio y después, sin hacer nada, me encontré vomitando. Por suerte mis padres no me llevaron al colegio y me quedé en casa de la abuela Pepa, ya que la abuela Pepi sigue enferma, y casi sin hacer nada me recuperé.

No habían pasado unos pocos días y entonces le tocó a Miguelito. Más o menos vino a ser lo mismo que me pasó a mí. Estaba cenando, dijo que no quería cenar más, mamá le insistió para que comiera más porque  había para cenar lenguado y cuando hay pescado para cenar siempre hay que empujarnos más, y Miguel comió más, pero fue acostarse después de la cena y venga vomitar sobre la colcha, las sábanas y el pijama. Después otro poco en el pasillo, y al final, después de estar un buen rato intentado vomitar sin nada que echar se quedó dormido. No lloramos mucho ni él ni yo cuando vomitamos, más bien nada. Sabemos que esas cosas pasan y que no hay que llorar por ello. No sirve de nada.

Luego por la mañana se encontró mejor y comió algo pero enseguida lo volvió a vomitar. Por la tarde fue mejorando, por la noche se tomó otro biberón y al día siguiente, es decir, hoy, ya está tomando bombones de chocolate.

sábado, 3 de noviembre de 2012

En la cabeza de Miguel

Después del baño, mamá me miró el pelo concienzudamente porque hay aviso en el cole de que hay niños con piojos. Después de mirarme y remirarme una y otra vez y de que mamá diese el visto bueno y después de comprobar que no tenía piojos, entonces llamó a Miguel para comprobar que tampoco tuviese, que aunque por ahora nunca ha tenido -toquemos madera-, no quiere decir que no vaya a tener. Entonces mamá mientras rebuscaba en la cabeza de Miguel con la lendrera, se llevó una buena sorpresa, o más bien un buen susto, y no creáis que es porque Miguel tuviese un bicho por la cabeza dándole vueltas. No, nada de eso. Mamá descubrió que Miguel tenía una cicatriz con sangre en la cabeza. Chichón incluido.

Papá vino a verlo y sí, tenía un buen golpe. Y además había sangrado. La herida parecía limpia pero estaba claro que Miguel se había llevado un buen trompazo. Le preguntaron cómo se había hecho la herida, y Miguel se encogía de hombros. Le preguntaron si recordaba cuándo se había dado un golpe en la cabeza y Miguel seguía encogiéndose de hombros. No recordaba nada. Es tan bruto y tan animal que se cae, se da un golpetazo en la cabeza, sangra y ni llora, ni se queja ni nada. Se pone de pie y a seguir jugando como un animal. Mamá dice que cualquier día va a pasar algo gordo porque este niño es un inconsciente. Cualquier día se va a hacer algo gordo y él como si nada. ¡Será posible!

Otro día mientras jugábamos por la casa, salí corriendo y Miguel detrás mía, quería pillarme, entonces me subí tirándome encima de la cama de mis padres y Miguel que venía detrás mía resbaló, porque sólo iba con calcetines y se cayó contra la mesita de noche de mi padre. Bombazo en la cara. Casi se lleva un ojo por delante. Si es que es muy bruto.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Mi primer partido

Hacía mucho tiempo que mi padre me había dicho que un día me iba a llevar con él al fútbol. Uno de estos días decía siempre. Pero para que yo fuese tendría que quedar un carnet libre para que así pudiese entrar mi madre con él, y Miguel y yo pudiésemos entrar gratis, por ser niños. Un día porque no faltaba nadie, otro porque tampoco faltaba nadie, y es que claro como el Málaga, nuestro equipo, está jugando tan bien, pues nadie quiere faltar. A veces sobraba algún carnet, pero al final, por una razón u otra, no era para mí. Cuando no es de noche, es que está lloviendo o es entre semana, y siempre había una razón por la que no podía ir.

Pero llegó el día en el que por fin podíamos ir al fútbol. Así que mi padre, Miguel y yo nos vestimos con la camiseta del Málaga y nos fuimos para Málaga, para ver un partido de fútbol en directo, en La Rosaleda.

A la entrada nos enteramos que desde esta temporada los niños no entran gratis. Ninguno. Ni siquiera Miguel. Así que hicimos cola para comprar entradas de niños en la zona donde está sentado mi padre, pero ya se habían agotado. Así que mis padres decidieron que fuese yo con mi padre y mi madre se quedaría con Miguel en el centro comercial.

Así que fui al fútbol. Con nosotros estuvo el abuelo Miguel,  mi padrino José, Alberto (un amigo de ellos) y  mi padre. El partido era contra el Valladolid y al final ganamos el partido pero nos costó mucho ganarlo, porque empezamos perdiendo. Incluso fallamos un penalti. Pero al final pude disfrutar de la celebración de un gol en el estadio, el otro gol, el definitivo, el que sirvió para conseguir el 2-1 del final del partido, lo escuchamos desde fuera del estadio pues nos salimos cinco minutos antes para salir rápido hacia Fuengirola. No importó, me lo pasé genial. Comiendo gusanitos, chucherías, disfrutando del ambiente. ¡Cómo me acordé de Miguel! ¡Seguro que se lo hubiese pasado superbien!