El verano estaba ya encima nuestro, cada día más de lleno, y ya nos iban apeteciendo a todos el fresquito, la playa y las frutas veraniegas. La sandía y el melón, especialmente.
Era sábado y mi padre iba a ir a hacer la compra, Miguel y yo teníamos ganas de acompañarle a la compra, porque de esa manera siempre sacamos algo para echar en el carro de la compra, ya sabéis: unos helados, alguna pizza y en esta ocasión echamos una sandía amarilla. ¿Qué era eso de una sandía amarilla? Eso tenía que verlo con mis propios ojos sin lugar a dudas. Así que tras hacer un examen exhaustivo a las sandía que allí había seleccionamos la sandía perfecta.
Llegamos a casa y la metimos en el frigorífico para que fuese enfriando porque esa misma noche tendríamos que probarla.
Efectivamente una sandía amarilla es una sandía de color amarillo, lo gracioso es que sabe completamente igual que una sandía normal, y tiene todas las características normales de una sandía menos esa.
Yo estaba tan entusiasmada con la idea de abrir la sandía que incluso me vestí acorde con el acontecimiento. ¡Todos los días algo nuevo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario