Era un domingo de mediados de mayo súper soleado y extrañamente no teníamos ningún plan para ese día. La primera idea era ir a la playa pero como mi hermano se hizo pocos días antes una herida muy grande en el tobillo, con muy mala pinta, no nos pareció una buena idea ir a la playa para que se le llenara de arena, a pesar de que sabemos que el yodo del mar le iba a venir bien. Por una cosa u otra no fuimos y como mi padre había leído que en la Catedral de Málaga habían recientemente restaurado la cubierta y que ahora se podía subir a todo lo alto, pues nos fuimos para Málaga.
Aparcamos y fuimos directos para la Catedral donde sacamos el ticket, y después de subir doscientos escalones nos encontramos en todo lo alto de la Catedral, con toda la ciudad de Málaga a nuestros pies. ¡Nos encantó! Y tuvimos mucha suerte porque aparte de que hacía un día estupendo, coincidió que en el puerto de Málaga había atracado uno de esos barcos gigantescos que llaman cruceros o transatlánticos y que parece mentira que puedan flotar. Las vistas desde las terrazas de la cubierta de la Catedral son verdaderamente estupendas y durante todo el rato que estuvimos allí no hicimos otra que cosa que fotos y quedarnos alucinados.
Después de bajar los doscientos escalones nos acercamos a una de los restaurantes que más me gustan del mundo, la pizzería Lorenzo que está en la misma plaza de La Merced. ¡Qué ricos están allí los macarroni carbonara!. Para terminar de aprovechar el día dejamos el postre para tomárnoslo en Fuengirola, en Tita Fina, uno de los mejores sitios para tomar helado que conozco. ¡Siempre es una buena idea ir a Tita Fina!
No hay comentarios:
Publicar un comentario