De repente, sin pensarlo mucho, nuestros padres nos dijeron a mi hermano y a mí que al día siguiente íbamos a ir a pasar el día en Córdoba, y que así podríamos ver la Mezquita, y pasear por Córdoba de la que habíamos escuchado hablar muchas veces pero nunca habíamos visitado. Nos hizo mucha ilusión la idea.
De manera que por la mañana, justo después de hacer las camas, porque mi hermano y yo hacemos cada uno su cama, fuimos directos al coche. A mitad de camino paramos a desayunar. Y con la música del coche en un santiamén estábamos junto al Guadalquivir.
Casi sin tiempo de otra cosa lo primero fue cruzar el puente sobre el Guadalquivir y entramos en la Mezquita. Es curioso que te dejan entrar sin pagar al jardín de dentro, pero luego si quieres entrar al interior, ahí ya si tienes que pagar. Mi hermano y yo no pagamos entrada.
La Mezquita es un interior raro, porque es una catedral, pero no lo parece. Hay muchísimas columnas por todas partes y luego de repente, un coro, y partes que no parecen del mismo edificio. Mis padres nos explicaron que el edificio se fue construyendo en distintas épocas, con distintos estilos, alrededor de diferentes religiones. Eso explicaba mucho.
Salimos de la Mezquita y el resto del día fue pasear por plazas, ver patios de flores, sentarnos a comer en una terraza, o visitar una plaza donde estuvo Cervantes, y junto a una muralla, y mis padres y mi hermano tomaron salmorejo, y nos hicimos muchas fotos, en muchos sitios distintos, junto al río, en la mezquita, junto a esculturas, y con cualquier cosa que os podáis imaginar. Paseamos muchísimo, hasta que estábamos muy muy cansados, tanto que después de merendar en una cafetería estaba deseando regresar al coche y hacer el trayecto de vuelta.