Como todo lo malo y desastroso de la casa no siempre lo iba a ocupar mi hermano, el último fin de semana de mayo mamá se fue a trabajar y papá se quedó en casa con nosotros y tras mucho insistirle conseguimos que nos pusiese la Wii en el salón. Como siempre hacemos, apartamos la mesa hacia el fondo para que quede un buen espacio entre la televisión y el sofá para poder disfrutar de amplitud para jugar con libertad de movimientos.
Pero, ay, tanta libertad de movimientos hizo que, en un momento intenso del juego, en uno de esos momentos que hay que darlo todo, yo, con todo lo larga que soy y con el mando de la Wii en la mano, salté para hacer un smash jugando al tenis y así aplastar a mi hermano y ganar un punto. Pero tanto estirarme y tantas ganas puse que golpeé la lámpara del salón con mucha fuerza. ¡Crash!
Después de todo tuvimos suerte, porque después de romper una de las tulipas de la lámpara del salón y de salpicar y expandir un montón de cristales por el salón, no hubo ningún herido. Lo peor de todo es que mi padre vino a ver cómo jugábamos cinco minutos antes y me dijo que tuviera cuidado con la lámpara no le fuese a dar un golpe. Fue decirlo y ocurrir.
Después de todo tuvimos suerte, porque después de romper una de las tulipas de la lámpara del salón y de salpicar y expandir un montón de cristales por el salón, no hubo ningún herido. Lo peor de todo es que mi padre vino a ver cómo jugábamos cinco minutos antes y me dijo que tuviera cuidado con la lámpara no le fuese a dar un golpe. Fue decirlo y ocurrir.