El último fin de semana de junio fuimos a pasarlo a una casa rural en Sayalonga. No recuerdo cuantos fueron los que fuimos a la casa rural porque fuimos muchos, muchísimos, tantos que no me atrevo a contarlos sin que se me olvide alguno, pero estoy segura que todos, todos, todos lo pasamos genial.
En la piscina de la casa rural he perdido, por fin, el miedo al agua casi por completo. He aprendido a lanzarme a la piscina desde el borde, aunque con manguitos, pero también he aprendido a meter la cabeza debajo de agua y a nadar también, un poco como un perrito, pero es que así es como todo el mundo comienza a aprender a nadar, vamos digo yo.
Los días en la casa rural siempre son muy intensos. Comenzamos desayunando muy bien por la mañana. Mi hermano y yo por ejemplo comimos los dos días huevos fritos para desayunar. ¿No es genial? Además Miguel se tomaba un biberón y yo un Colacao. Luego el resto del tiempo hasta la hora del almuerzo es sólo para jugar.
Aquí os pongo una foto del miedica de mi hermano, que como no llevaba manguitos se agarraba bien fuerte a mamá.
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