Cuando mi padres me despertaron el lunes, tenían decidido vestirme con mi camiseta del Málaga para ir al colegio. En realidad la camiseta era para Miguel pero me queda bien ahora mismo a mí. Mamá no se veía muy decidida pero papá sí lo estaba, yo, la verdad, dudé, pero finalmente me convenció papá que me prometió que si me la ponía para ir al colegio me compraría un helado de turrón como el viernes pasado. No tuve que pensarlo mucho.
Luego por la tarde, cuando fuimos al pediatra para que viese a Miguel, que aunque está tomando medicinas no termina de mejorar, se alegró al verme porque por fin venía una niña del Málaga, que estaba harto de ver a niños con la camiseta del Barcelona y por eso me dio una piruleta.
El hombre del bar donde tomamos la merienda también me dijo lo guapa que estaba con la camiseta. ¡Vaya éxito que tiene la camiseta! Por todos lados, todo el mundo, me dice lo guapa que estoy, hasta los vecinos que me ven muchas veces me dijeron que estaba muy guapa.
Al terminar el día le dije a papá que ponerme la camiseta había sido una idea genial, y que ya estaba deseando volver a ponérmela otro día, pero que no olvidara lo del helado de turrón.
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