Mientras mi padre se vestía yo también me vestí con lo que me dio la gana, me puse unos zapatos, papá me peinó rápido y nos fuimos a desayunar a la calle. Me sorprendió mientras caminábamos por la calle que no había nadie, ni coches, ni motos ni casi nadie, y se podía escuchar claramente a muchísimos pájaros. ¡Cuánto silencio! Llegamos a la cafetería y me pedí tres churros y un chocolate. ¡Qué rico todo! Me lo comí todo, volvimos a casa, y mi hermano y mamá todavía estaban durmiendo, así que me tumbé un buen rato a ver los dibujos.
Después fuimos a la piscina con Elena y Lidia. ¡Miguel nunca quiere volver de la piscina! ¡Qué bien lo pasamos allí! Volvimos y papá había preparado la comida.
Fue un día fenomenal.
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