Finalmente, como Miguelito no ha mejorado, al menos no como esperábamos, mis padres han tenido que darle antibióticos. Esperemos que mejore pronto y vuelva a ser el mismo de antes, porque está un poco apagado, no tiene el mismo ánimo, y anda todo el rato alrededor de mis padres pidiéndoles que le cojan en brazos. Cuando la hace efecto la medicación vuelva a la normalidad y regresa a ese estado continuo de movimientos de un lado para otro, pero en cuanto desaparecen sus efectos se pone meloso y quejica de nuevo. Pobrecito.
He puesto una foto donde se puede ver lo bien que lo pasamos mi hermano y yo cuando nos dejan un ratito pequeñín a solas en el salón. A mis padres no le hace mucha gracia ver el salón de esta manera, pero al escandaloso de mi hermano sí que le gusta tocar la trompeta. ¡Tampoco es para tanto!
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