
Ya lo habíamos visto otra de las veces que pasamos de camino a la playa, pero no nos llamó la atención más que otras veces, sin embargo, en una amplia zona cerca del Circo, casi sin moverse había dos elefantes comiendo pacientemente. ¡Qué entretenido es ver comer a dos elefantes! Que si la trompa para acá, que si la trompa para allá, que si muevo una oreja, que si ahora con el rabo espanto unas moscas, que si muevo una pata para un lado, que si la otra la levanto. Nunca habíamos visto ni mi hermano ni yo un elefante antes, y ahora, sin esperarlo vimos dos. Otra cosa menos que ver.
A Miguel al principio le daba miedo acercarse para hacerse la foto, pero poco a poco, con mucha paciencia conseguimos que fuese acercándose y perdiendo el miedo.
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