Mi hermano Miguelito y yo en ocasiones sabemos sorprendernos hasta a nosotros mismos. Por ejemplo, esta misma mañana, para no ir más lejos, nos despertamos los primeros, incluso antes nuestros padres que por lo visto se acostaron tarde viendo una película anoche, de manera que quisimos darles una sorpresa y se me ocurrió que podíamos hacer las camas y recoger los líos de nuestro cuarto. Yo me dediqué a hacer las camas y Miguel a recoger líos de nuestro cuarto -cada uno hace lo que mejor se le da-, y a colocar todos los muñecos. Después fuimos al salón y recogimos y ordenamos hasta la perfección. Orden y silencio, dos de las cosas que más nos piden nuestros padres.
Justo íbamos a comenzar en la cocina a preparar el desayuno cuando mi padre nos pilló in fraganti. ¡Vaya sorpresa que se llevó! ¡Y mamá no digamos! ¡Qué contentos se pusieron! Papá salió a comprar pan mientras mamá comenzó a preparar el desayuno. Como premio, mientras la pobre de mamá se quedó haciendo el cambio de la temporada de ropa, mi padre nos llevó al parque con las bicis. Pedaleamos y jugamos al fútbol -sí, yo juego también a veces al fútbol, aunque lo hago entrenando a mi hermano para que algún día se haga un gran futbolista-.

A la hora del café y cuando todos ya habíamos terminado nuestros quehaceres, nos sentamos en el sofá a merendar y a ver una película. ¡Una peli en familia! Los Minios. ¡Chulísima! Qué buen día hemos pasado y todavía están por llegar los abuelos que vienen a ver un partido de fútbol. ¿No es un día maravilloso?