
Al cumpleaños vinieron amigas del cole de Natalia, y también mis padrinos José Miguel y Mari Carmen, y el abuelo Miguel que no pudo estar mucho tiempo porque tenía que ensayar con la coral, y tuvo que irse antes.
Lo pasamos genial. Mi hermano, como siempre, no paró de correr, saltar y brincar en ningún momento. Lo malo que tuvo es que no nos pudimos quedar hasta el final del todo, pero casi, porque llegó la hora de ir a recoger a mamá al trabajo.
Nada más recogerla fuimos los cuatro a un bar con una gran terraza que hay cerca de su trabajo, donde pudimos descansar de un día completito. Allí cenamos y después al llegar a la casa, justo antes de bañarnos, nos tomamos un helado pequeño. Lo que yo llamo un día redondo.